Y sí, ya sé que el día del niño ya pasó. Pero también pasó nuestra infancia: y entonces, por qué no declarar una moratoria e intentar llegar al Cielo teniendo como ingredientes una piedrita y la punta de un zapato. Valen las piedritas y los zapatos imaginarios; lo importante es no olvidar que los adultos también podemos jugar. Aprender algo nuevo, pintar, cantar, soñar despiertos, explorar las delicias del encuentro amoroso... son algunas de las tantas maneras de hacernos de una piedrita y un zapato para llegar al Cielo.
"La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, y es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedrita sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo; lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato." (Julio Cortázar)